sábado, 30 de octubre de 2010

Se me escapa de las manos.

Creía que lo tenía todo bajo control, incluso podría jurar que me aseguré unas tres mil veces de que el frágil hilo que ataba mis cosas estaba bien sujeto. Sí, lo hice y ahora no lo entiendo. Incluso tenía las manos rojas de tanto apretar. No puede no haber sido verdad. Pero ese fue mi fallo. Era un hilo frágil, que me dejó unos pocos pasos de ventaja para que después me estallara todo en la cara. Hay cosas que durante la explosión, dispararon hacia direcciones diferentes y desconocidas. Otras impactaron contra mi haciéndome daño, pero hay algunas con las que todavía convivo. Esas me dejaron cicatriz.
Soñé que todo se arreglaba, que todo volvía a su lugar. Soñé que te abrazaba mientras volvía a llorar por última vez y decía adiós a toda esta distancia. Soñé cosas que deseo que sucedan porque sé que solo siguen siendo sueños. Soñé y no quise despertar para seguir teniéndote conmigo. Pero mis sueños son más cortos que mi cruda realidad. Tú eras las especias en mis platos combinados, lo que cada día me hacía sonreír. Solo con tenerte cerca y aún sin decir nada, ya me hacías sentir bien. Sobraban las palabras porque a veces con los ojos nos lo decíamos todo. Y ahora... te echo de menos.
Sosa es la palabra que le da la mano a mi vida. La acompaña a todos los días. A veces puede que se suelten, pero solo es para secarse el sudor que se producen al estar a todas horas enganchadas. Creo que tengo que hablar seriamente y plantearme seguir otro camino. A lo mejor encuentro una firme cuerda con la que poder volver a unir todos los pedazos en los que se rompió mi situación. Pero escoja el camino que escoja, sígueme cuando vuelvas, sígueme, entiéndeme y no me dejes sola. No haré el nudo final hasta que no estés conmigo. Así todo estará bien.

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