lunes, 2 de agosto de 2010

Serán días de luna durante unos meses.

Bajé rápido del coche, y caminé casi sin mirar a la gente. Llegaba la hora y no podía despedirme con las manos vacías. Yo, que alinearía los planetas o te acercaría la luna a tu terraza para que pudiera su enorme brillo cergarte los ojos, cada vez iba muriéndome por dentro. Lo vi, y aunque era sencillo, si, sabría que tú entenderías su verdadero significado.
El sol casi no se veía pero yo aún seguía con las gafas puestas, los ojos iban a estallarme de un momento a otro. Tenía miedo o vergüenza a que la gente pensara que era una idiota que bagabundeaba llorando por una estupidez o por algo que habría perdido. Y estarían en lo cierto. Era eso, tenía miedo de que le gente se diera cuenta de que estaba en lo cierto.
A cada paso estaba más cerca y no sabía si ir más rápido o más despacio. Sinceramente no quería que llegara ese momento. Lo esperábamos todos desde hace mucho tiempo, pero nunca estuvo tan cerca como hoy.
¿Te acuerdas cuando te dije que me quisieras por lo que puediera llegar a ser en tu vida? Quiero que lo hagas, que me quieras a lo lejos, que me hables por las noches cuando mires a la luna, que te acuerdes de nuestra risa cuando des una carcajada, que llores un día por mi, que me pongas de fondo de pantalla, que te pase por la cabeza algún momento en el que haya sido egoísta o me haya portado mal para que puedas quererme de nuevo. Porque se me acabó el tiempo y estoy bien, aunque esté a punto de ahogarme en mi propio llanto, estoy bien, porque me has hecho la persona más feliz de este mundo.
Y pensar que era yo la que te dije que hicieras las maletas, que nos íbamos a vivir la vida, que compartíamos la idea de que quedarse quietas y pensar daba mala vida, que las cosas se hacían rapidito. Ahora te digo que vamos, que vayamos. Esto de ahora es ventaja. Tu coge carrerilla, que cuando menos te lo esperes, te cojo.

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