jueves, 17 de enero de 2013

Un río no es más que un río.

 Hubo un tiempo en el que fuimos amables, en el que el mundo parecía una canción emocionante, en el que abrigábamos nuestros sueños bajo las sábanas y parecían no olvidarse. Aunque las voces a veces huyen, ya se sienten distantes y te ves incapaz de afrontar una batalla más. Pero los sueños nunca son lo que parecen, y el tiempo se convierte en pena, las olas se calman, deslumbran los rayos de sol y despiertas como cualquier día. Nada por nada te habías jugado y al fin y al cabo era nada que perder.
Los contextos se transforman en amigos olvidados. 
Vuelve a casa, se acabó la revolución.

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