
Los nervios returcen con más ganas que nunca el estómago. Como una moneda de cambio por la que pagar. El precio justo. Que me mire las manos y me tiemblen los dedos de la impotencia porque odio cómo actúa una parte de mi. Me arrancaría la cara a arañazos para ver si almenos hay algo bueno debajo de la piel.
Pensé que las cosas habían cambiado. Que había conseguido componer una vida nueva. Algo grande que haría a los demás no fijarse en los tachones en negro plasmados anteriormente. Que en resumidas cuenta, había conseguido ser alguien de la que sentirme orgullosa. Y ahora mismo ya no sé qué pensar. Ódiame, yo lo hago. Me duele. Me duele tanto porque en el fondo siento que te he decepcionado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario